Morrissey es ya casi una figura mitológica. Un ser sobre el que se sigue fabulando, que cada vez que es avistado renueva la teórica a su alrededor. A poca gente del planeta es tan fácil amarla como odiarla. Morrissey es uno de esos curiosos ejemplos de humano, y sus conciertos siempre han sido un reflejo de ese carácter iconoclasta y a la vez panfletario, arisco y a la vez empático, genial. Desde siempre, el de Manchester ha sido, pues, todo a la vez.
España es el país ideal. El artista estará mejor o peor, pero el público jamás defrauda.
Este concierto tuvo momentos de brillo «You have killed me» fue enorme y «How soon is now» sigue pareciendo que cayó de un platillo volante, un final esplendoroso en el que hasta se quitó la camisa.
Repertorio de duelo y tortura pero él sigue siendo genio y figura. ¿Fue un buen concierto? No. ¿Volvería a verlo otra vez? Sí, siempre.
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